JULIO VALDIVIA
ROQUETAS DE MAR
Domingo, 7 de junio 2020, 00:47
El municipio tendrá pronto un museo centrado en su historia reciente. Se levantará en lo que ahora es conocida como la casa de Anita Guerrero, en plena Plaza de la Constitución, en una de las contadas viviendas que se conservan en la localidad de principios del siglo pasado o finales del anterior. Se trata de un proyecto que no está exento de controversia, ya que la idea original era rehabilitar la vivienda y acondicionar en ella un museo, algo que fue aplaudido de forma unánime en su día. Sin embargo, finalmente el Ayuntamiento ha optado por su derribo, ya que asegura que la estructura está en mal estado, manteniendo la fachada, y construyendo encima un edificio moderno de otras dos plantas más terraza, que aumentará considerablemente el espacio museístico.
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Con la ayuda de varios historiadores, IDEAL repasa la historia de esta vivienda singular, que tras la modestia de su fachada tradicional, esconde una larga vida y singularidades dignas de destacar.
La última propietaria fue Anita Guerrero, cuyo nombre quedará para siempre ligado a la vivienda junto al de su hermano Pepe. Anita Guerrero nació en 1930, según cuenta el historiador Gabriel José Cara Rodríguez, hijo del conocido Gabriel Cara, recientemente fallecido. Fue soltera durante toda su vida, falleciendo en 2016 a los 86 años. Entró a trabajar en el Ayuntamiento de Roquetas de Mar como secretaria en los años 70 y allí se mantuvo hasta jubilarse. Su hermano, Pepe, dos años mayor que ella, nacido en 1928, también murió soltero hace ya unos años. «Era barista, como se suele decir en Roquetas», asegura Gabriel José Cara, de hecho, tenía su propio bar en esta casa.
El también historiador Ignacio Jiménez Carrasco, explica que «muchos recordarán a Anita con su madre, Serafina, que solía sentarse en un salón que daba a la calle por la ventana que vemos a la izquierda». Serafina nació en 1899, hija de Manuel García Estrella y Francisca Cara Ojeda, junto con otros ocho hermanos. «Es probable que, al tener Serafina tantos hermanos, sus tíos la criasen para descarga de sus padres, sistema concertado que siempre tuvo mucho arraigo en Roquetas», detalla Cara. Precisamente sus tíos vivían en esta misma casa ya en 1920, lo que da pistas sobre su antigüedad.
Pocos aciertan a recordar el nombre del padre de Anita en Roquetas, Julián Guerrero Jiménez, porque murió hace muchos años, en la Guerra Civil. «Era hijo de José Guerrero Ballesta y de Magdalena Giménez Gómez», indica Gabriel José Cara, siempre apoyándose en el archivo de su padre. Esta familia, que se instaló en una casa en el Barrio Bajo de Roquetas, había llegado procedente de Huércal-Overa, constando por primera vez en el censo de 1924.
De Julián Guerrero se sabe que se casó con Serafina en 1927 y que se implicó en la vida pública roquetera en los años 30. Así, formó parte de las mesas electorales y como fiscal del juzgado municipal. Además, se ganaba la vida con una tienda de productos varios (comida, ultramarinos, papelería, quincalla) ubicada en esta misma casa, y que dirigía junto a Serafina. Pero por encima de todo, de su figura hay que destacar que fue concejal durante la Segunda República a partir de 1934. Pertenecía al Partido Radical, una fuerza que se podría calificar como de centro, liberal y republicana. Gracias a dicho cargo fue presidente de la Comisión de Instrucción Pública, que se equipararía a un concejal actual de Cultura y Educación. «Su ausencia, tras perder la vida en la guerra, nos hace imaginarnos el valor y la fuerza que tuvo Serafina en las siguientes décadas para sacar adelante a sus dos hijos, con las penurias añadidas de la Posguerra», reflexiona otro historiador, Juan Miguel Galdeano.
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Anita Guerrero heredó esta casa de su madre Serafina, quien a su vez la había heredado de sus tíos Ana y Manuel. Esto lleva a los historiadores a fechar la casa, como mínimo, antes de 1920. Sin embargo, Gabriel José Cara cuenta con importantes indicios para atribuir una datación aún anterior a la vivienda. Así, observando el catastro, el parcelario de la zona y alguna fotografía antigua, es muy probable que esta casa se hubiese desgajado de una vivienda todavía más grande.
De hecho, hasta hace unas décadas, a la izquierda de la casa existía otra que seguía el mismo estilo, ambas unidas por una sola cornisa. Había pertenecido a los Villanueva Fernández, una hermana y un hermano viudos, pero de una posición económica muy elevada y que poseían numerosas tierras. Estos hermanos, ya ancianos, habrían segregado y vendido la mitad de su casa a los tío-abuelos de Anita, Ana y Manuel. Esto retrasa todavía más la antigüedad de la vivienda, que aparece ya en 1901, lo que permitiría afirmar que la casa de Anita Guerrero fue construida a finales del siglo XIX.
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Las características de la fachada, con las molduras de la puerta y las ventanas, los sobredinteles y las claves dejan muy claro que el diseño no responde a un simple albañil, sino un arquitecto de carrera. En esa horquilla de años «prácticamente todas las viviendas burguesas de Almería eran encargadas a Trinidad Cuartara (1847-1912) o a Enrique López Rull (1846-1928)», menciona Galdeano, que por el estilo de la fachada y por ser arquitecto de carácter provincial, se inclina por Enrique López Rull como autor del proyecto, «de quien además sabemos que estuvo en Roquetas restaurando la casa parroquial de la Iglesia de la Virgen del Rosario, para más inri en la misma plaza que la casa de Anita».
«Se trata de una vivienda construida en mampostería y tapial, de una sola planta, respondiendo a esa Almería y esa Roquetas horizontal en peligro de extinción», destaca este joven historiador roquetero. Comenzando por la fachada, se compone de una serie de elementos en estilo neoclásico: una puerta entre dos ventanas de gran altura, enmarcados por unas refinadas molduras en distintos niveles y cerrados por una clave con motivos florales y tres bucles. Presenta una cornisa en la parte superior y una imitación de pilar muy interesante en la esquina derecha.
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De la vivienda también destaca la puerta, «un auténtico tesoro» en palabras de Galdeano, ya que «como era propio en Almería, está dividida en dos hojas para evitar la entrada de viento, separadas por un baquetón central a modo de columna clásica y labradas con una cornisa sobre friso de tacos».
Al entrar en la vivienda, aparece «otra maravilla», recalca Galdeano, un zaguán con otra puerta interior a modo de segunda fachada, cerrada por una cristalera de colores semicircular, dando acceso a lo que define como «la joya de corona»: el patio de luces. «Es el centro de la casa, sirviendo como distribuidor a través del cual se acceden al conjunto de las habitaciones, y lo que es más importante, se encuentra cubierto por un lucernario que sobresale por encima del volumen de la vivienda. Además de aportar luz al conjunto, es una adaptación perfecta al clima almeriense, puesto que calienta la casa en invierno y evacúa el calor en verano, pues este tiende a desplazarse hacia arriba».
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Detrás de la casa se encuentra un patio como lugar de esparcimiento y de cultivo de plantas ornamentales o para el consumo; originalmente es probable que contara con algún árbol o corrales. Destaca en especial el pozo, posiblemente el último que quede en el pueblo de Roquetas.
Los historiadores aseguran que el pozo del patio es un claro símbolo de estatus social, pues la mayor parte de los roqueteros debían acudir a pozos públicos pagando por llenar su cubo o cántaro. En este sentido, «no cabe duda de que hablamos de una vivienda única en Roquetas, pues muy pocos podían permitirse un hogar con tantas habitaciones, tan bien adaptado al clima almeriense y con estas comodidades, cuando había familias sobreviviendo en cortijos de una o dos habitaciones. El simple hecho de que todos los techos sean de madera, entre los que sobresale el del lucernario, indica la singularidad de este edificio», explica Juan Miguel Galdeano.
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«Pocas casas quedan como esta en Roquetas, y seguramente ninguna tan bien conservada y con tantas posibilidades, porque el valor de ella no es tanto los materiales que emplea, que en cualquier caso son más nobles que los de la mayoría de las casas de la época, sino su estilo, lo que representa la historia que tiene detrás», añade.
Galdeano se muestra muy crítico con la actitud del Ayuntamiento de Roquetas de Mar, al que afea que «se declare incapaz de restaurar una de las mejores casas del pueblo y cuyo valor parece desconocer».
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En este sentido, se pregunta si se ha realizado algún estudio histórico de la casa y si desde el Consistorio se sabe cuándo se construyó; si saben quién la construyó; si se ha contado con algún experto en la materia; si se ha investigado la técnica constructiva y comparado con otras de la provincia; si se ha estudiado otros casos de restauración similares y si han contactado con el Museo de Gabriel Cara «que les pilla literalmente en la calle de atrás», para informarse sobre el pasado de esta vivienda.
Para Galdeano, que es también coordinador de la Plataforma Unidos por Turaniana, centrada en la defensa del patrimonio histórico de Roquetas de Mar, este edificio es «una casa única que no podemos perder». Ha resistido la Guerra Civil, el crecimiento urbanístico, la burbuja inmobiliaria y «ahora no debería sucumbir bajo el mazo de los políticos que dirigen el Ayuntamiento, que en teoría debería ser la Administración más sensible al patrimonio de su pueblo», concluye.
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Aunque inicialmente se pretendió rehabilitar la vivienda para acondicionarla a los usos museísticos que se quería que tuviera, las obras fueron paradas hace casi un año, ante la imposibilidad, según el Ayuntamiento, de continuarlas por problemas estructurales. Al parecer, se hicieron catas sobre los muros que desaconsejaban continuar con la intención de mantener la estructura original de la casa, y finalmente se redactó un segundo proyecto que duplicó el presupuesto del primero, elevándolo hasta los 1,2 millones de euros. Ello implicará no solo el derribo de la vivienda, salvando únicamente la fachada exterior, que parece que es lo único a lo que se le da valor, sino también la construcción de un edificio de estilo moderno encima, que contará con dos plantas más una terraza practicable. Por el momento se desconoce si ese aumento de la superficie expositiva implicará también una visión más amplia sobre la temática del museo, que en su día se diseñó para centrarse únicamente en la historia de Roquetas desde mediados del siglo pasado y hasta la actualidad, pese a que el municipio es de los pocos que pueden presumir de una rica historia que abarca alrededor de tres milenios, con restos encontrados de la cultura argárica, íbera, romana y andalusí.
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