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JUANMI GALDEANO
Lunes, 13 de septiembre 2021, 19:25
Hablar de la Virgen del Rosario en Roquetas es hablar de todo un universo: arquitectura, patrimonio, devoción, arte, tradiciones, vida cotidiana… Con motivo de su 225 aniversario como patrona, que su hermandad celebrará el próximo año, dedicaremos unos cuantos artículos a tratar el contexto que la rodea. Sin duda, esta advocación mariana no estaría tan arraigada en Roquetas si no fuese también la titular del principal templo del municipio y el más antiguo, así que no vemos mejor forma que empezar hablando de él.
Nos trasladamos a la Roquetas de principios del siglo XVIII. Hasta entonces, había estado prohibido construir chozas o casas en nuestro litoral, por el peligro de convertirse en presa fácil para los piratas berberiscos. Por eso no había surgido ningún núcleo de población ni había sido necesaria iglesia alguna. Sin embargo, el alcaide del Castillo de Santa Ana va abriendo la mano, ante la inexistencia de ataques desde hacía tiempo, y va permitiendo que los soldados del castillo y los pescadores que bajaban de Felix, Enix y Vícar vayan construyendo sus cortijos tierra adentro, en la zona de la actual Plaza de la Constitución.
A los pocos años, la ermita del castillo se queda pequeña para acoger a la población, y así tenemos en julio de 1742 a los vecinos de Roquetas proponiendo al obispo de Almería, fray Gaspar Molina, la construcción de una nueva iglesia en el pueblo del que eran fundadores. La respuesta fue afirmativa, consistiendo el acuerdo en que ellos aportarían casi todo: la mano de obra y todos los materiales (piedra, arena, ladrillo, yeso…), mientras que la diócesis mandaría un maestro de obras y un oficial y las maderas para la armadura mudéjar, traídas también por los roqueteros desde Almería en sus barcos.
En año y medio los vecinos habían hecho su parte: en lo que antes era un campo de cebada, según nos cuenta Gabriel José Cara, ahora se levantaban los potentes muros de la iglesia. Pero el obispado no cumpliría hasta 13 años más tarde, estando todo ese tiempo la iglesia sin cubrir y, por tanto, sin poder dar misa.
Sería finalmente en 1757, ante las quejas de los roqueteros, cuando finalmente se trajo la madera y se construyó la armadura mudéjar. No entraremos en mucho detalle sobre ella, pues ya la abordamos hace 2 años en esta sección, pero sí señalaremos que es una auténtica joya y de las últimas que se ejecutaron en la provincia, junto con la de Viator.
Una iglesia distinta a la actual
Podríamos acabar aquí, pero nuestra labor es aclarar toda una serie de cuestiones que el lector quizás desconozca. La primera, y la más importante, es que la iglesia era algo más pequeña a como la vemos ahora. Así, no contaba con todos los espacios anexos que tiene hoy, como la capilla del Cristo del Perdón ni los cuartillos laterales, ni tampoco las aulas de catequesis y demás habitaciones. Pero lo más importante y llamativo, es que la iglesia acababa donde acaba la armadura mudéjar, es decir, no contaba con la bóveda, ni con el altar mayor donde se encuentra la Virgen del Rosario, ni tampoco con los brazos laterales, que fueron añadidos unas décadas más tarde. En resumidas cuentas, la iglesia se reducía a lo coloreado en amarillo en el plano que acompaña a este texto.
Por tanto, el templo que veríamos entonces tendría una sola nave rectangular, la armadura mudéjar que cubría todo el conjunto y que todavía vemos, dos puertas (la principal en la fachada del templo, de unos 4 metros de altura, y una lateral secundaria) y el campanario.En lo que respecta a los materiales, se emplearon sillares de piedra para las esquinas y para la puerta principal y la lateral, mientras que en los muros se usaron ladrillos y mampostería, todo ello enlucido.
Elementos originales
Llegados a este punto, cabría preguntarse qué se conserva de aquel templo inicial y qué se ha perdido con las reformas posteriores. Ahí sigue el coro original, a los pies de la iglesia y sobre un arco carpanel, al que se accede por una pequeña puerta a la izquierda de la puerta principal seguida de una escalera de caracol, que conserva sin duda el gusto antiguo. También continúan, por supuesto, la armadura y tres potentes muros (exceptuando el cuarto, el del testero, que fue demolido después).
Aún así, han desaparecido los vierteaguas que coronaban ambas puertas, el interesante escudo del obispo sobre la puerta lateral y, sin duda lo más grave, la imagen original del campanario. Como vemos en la fotografía, estaba realizado en ladrillo y contaba con una serie de óculos para iluminar sus escaleras interiores, a la vez que un arco de medio punto en cada uno de sus cuatro lados, destinado a albergar las campanas, enmarcadas por un alfiz. Sin duda, un claro torreón en estilo mudéjar, que fue sustituido en 1957 por un campanario en estilo de Colonización.
Hacia 1770 se colocarían los sacramentos en el templo y comenzaría a funcionar como parroquia anexa a Vícar, alternándose el sacerdote entre ambas iglesias. Aquí residiría en la casa parroquial, cuya fecha de construcción bien pudo ser en estos 13 años, o bien en la ampliación, que no tardó en llegar.
No cabe duda de que el pueblo de Roquetas no paraba de crecer y pronto la iglesia se quedó pequeña. Pero estamos adelantando demasiado: eso, para el mes que viene.
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