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Antonio Enciso: Tenemos lo que nos merecemos

Hemos perdido la cabeza. Los españoles hemos llegado a un punto en el que alabamos a aquellos políticos que dan explicaciones y a aquellos que dimiten porque les han pillado haciendo algo que no debían. En vez de criticarlos y denostarlos los subimos a los altares por ser valientes ante los ciudadanos. Esta triste situación es debido a que estamos acostumbrados a que nuestro Presidente desaparezca durante meses y sólo se dirija a los ciudadanos a través de una TV de plasma, a que nos des explicaciones intentándonos engañar mediante fórmulas de simulación y diferido, a que aquí no dimite ni Dios y a que nuestra escala de valores hace años que está por el inframundo.

Julio Valdivia

Martes, 10 de mayo 2016, 10:53

 

En Roquetas de Mar tenemos dos ejemplos de ello. Un Alcalde que tiene a las espaldas el Caso Gran Plaza, el Caso Auditorio, el Caso La Fabriquilla y ahora la justicia anticorrupción investigándole a fondo, pero no, cree que no hay motivos suficientes para dimitir. Pero al lado de él, a la "alcaldesa" le han pillado utilizando unas instalaciones públicas para uso de interés privado, algo que no puede hacerse, no es que no deba, es que no puede. A Gabriel esto le parece "normal" pero el problema es que a muchos roqueteros esto le parece "normal", ahí vemos la escala de valores de los ciudadanos. En el momento en el que interiorizamos y tomamos como normales las prácticas corruptas e ilegales los ciudadanos pasamos a ser cómplices de lo que nuestros representantes hacen al margen de la ley.

En un país serio Gabriel habría dejado de ser Alcalde de Roquetas hace más de 10 años y Eloisa hubiese tenido que dimitir y desaparecer de la vida pública al día siguiente de la publicación de las fotos de su coche en la nave municipal. Pero no, esto es España, país en el que pedimos el cese de entrenadores de fútbol por encadenar tres derrotas o la dimisión de un Presidente de un Club de fútbol porque nuestro equipo no ha ganado títulos esta temporada, pero votamos, aplaudimos y alabamos a políticos que se aprovechan de nosotros, que se ríen en nuestra cara, que nos mienten a sabiendas y que disfrutan de nuestros impuestos.

La política española ha fijado muy lejos el límite para la dimisión, hemos llegado al punto de agarrarnos al cargo hasta que un Juez nos inhabilite y nos hemos olvidado de la honorabilidad de la persona. Pero no nos equivoquemos, el límite no lo pone el político, lo pone el ciudadano. Durante años hemos votado y amparado a políticos corruptos por lo que no se han visto en la obligación de dimitir, sino todo lo contrario, se han visto investido de mayor fuerza y legitimidad ciudadana para seguir aprovechándose de los ciudadanos.

Estamos en un momento de crisis social en el que vamos a decidir qué modelo de sociedad queremos de aquí en adelante. Todos estos errores del pasado se eliminarán si la sociedad entiende que necesitamos una política limpia y honrada. Si no somos capaces de ponernos de acuerdo en esto es que nuestra sociedad sigue muy enferma. A fin de cuentas, tenemos lo que nos merecemos.

 

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