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Fotografía de Domingo Fernández Mateos de Aguadulce hacia 1930. Observamos la Venta del Tío Ginés en el centro, sobre la meseta. UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA
Así nació Aguadulce

Así nació Aguadulce

Una venta fundada por el roquetero Ginés Perales a mediados del siglo XIX fue aglutinando cortijos, tomando el nombre de la cercana fuente

JUANMI GALDEANO

ROQUETAS DE MAR

Miércoles, 13 de enero 2021, 09:35

A lo largo de los últimos años en esta sección hemos abordado numerosos aspectos de la historia y el patrimonio de Aguadulce. Por ejemplo, por qué se llama así, la minería de la Sierra de Gádor, su despegue turístico a partir de los años 60, la impronta de Colonización en forma de pozos mecanizados o algún ejemplo de arquitectura contemporánea de la zona. Sin embargo, hay un tema que hemos venido reservando hasta que contásemos con la suficiente información: su origen como núcleo de población. Ese día ha llegado, gracias a las aportaciones del historiador Gabriel José Cara Rodríguez.

Queremos insistir en que el topónimo «Aguadulce» es anterior a cualquier cortijo, venta o cortijada, puesto que definía a una zona en la que existía un manantial de agua dulce, de ahí su nombre.

Una de las menciones más antiguas a este paraje procede de 1740, cuando el Marqués de Yniza, corregidor de Almería, señalaba que el Cañarete «está casi impracticable desde el sitio que acaba lo llano del Campo de Roquetas que es en el del Agua Dulce».

Pero en el siglo XVIII esta zona era solamente un punto donde obtener agua potable, cuestión poco desdeñable en esta tierra almeriense. Algo más de un siglo después comenzó a habitarse.

Así, sería a mediados del siglo XIX, suponemos que en la década de 1850, cuando el conocido como «Tío Ginés»instaló allí su cortijo y una venta, con caballeriza propia. Se trataba de Ginés Perales Andújar, nacido en Roquetas hacia 1830, y que moriría en 1893 dejando una descendencia de once hijos. Y podríamos quedarnos aquí. Aguadulce nació de una venta, y a partir de ahí fue creciendo, y punto, no hay nada más que contar. Pero la Historia es una disciplina que, ante todo, se pregunta continuamente el porqué de las cosas. Veámoslo.

A nuestro entender, serían cuatro factores los que explicarían el éxito de la Venta del Tío Ginés, que dio origen a Aguadulce. El primero de ellos, el Cañarete. De todas las posadas existentes en la zona (como la Venta Carmona, en El Parador, la Venta de Vitorino o La Ventilla en La Algaida), ésta era la más cercana al Barranco del Cañarete, lugar donde terminaba el Camino Viejo procedente de Almería. Por tanto, después de un duro trasiego, en el que no pocas veces ocurría algún percance, pararse en la primera venta que te encontrases era no solo la opción más sencilla, sino también la más lógica.

Mapa del caserío de Aguadulce a finales del siglo XIX. IGN

¿El segundo? La minería en la cercana Sierra de Gádor. Fueron muchos los roqueteros que, sin otros medios para ganarse la vida, se la jugaban en las minas de plomo y de otros minerales que durante el siglo XIX y principios del XX se fueron construyendo en elevaciones como el Cerro de las Minas o la Loma de la Reliblanca. Su sueldo era escaso, vivían al día y era frecuente que lo poco que ganaban lo gastasen en las ventas más próximas. Más aún si servían buen vino, pues ésa era la fama de la Venta del Tío Ginés.

Contrabando

El tercero quizás es el más desconocido. Nuestro litoral, que en los siglos XVI, XVII y XVIII había sido una costa amenazada por los piratas, en el siglo XIX fue ampliamente utilizada por las operaciones de contrabando, algunas de ellas procedentes de Gibraltar, con productos prohibidos o que escapaban de la tributación al Gobierno.

Así, la vida de Ginés Perales trascendió la legalidad y su venta comenzó a funcionar como centro neurálgico del contrabandismo de la comarca y la Bahía de Almería. Las condiciones eran ideales: se desembarcaba en la tranquila playa de Aguadulce, los alijos temporalmente podían esconderse en el interiorfr la venta (o intercambiarse por comida, bebida o alojamiento) y después rápidamente ascender con ellos por los barrancos dirección a la Alpujarra y a ciudades del interior como el caso de Granada o Guadix.

El cuarto y último de ellos es, sin duda, el que mejor explica cómo consiguió formarse una cortijada en torno a la venta: por su inmejorable ubicación. Con agua potable a mano (y de excelente calidad, todo sea dicho), a refugio de los fuertes vientos, cerca de la capital y con el característico y benigno clima almeriense, poco a poco fueron instalándose casas y cortijos, entre ellos los de la prolífica descendencia de Ginés, e incluso algún palacete de la burguesía almeriense.

Así, Aguadulce se convirtió en una población agrícola y pesquera, hasta que el boom turístico de los años 60 y 70 la elevó al importante núcleo que es hoy. Boom turístico, desarrollo urbanístico y primacía de los intereses económicos y especulativos que han provocado, entre muchas otras cosas, que la histórica venta fuese demolida para dejar pasar a uno de los numerosos bloques de pisos que hoy pueblan la localidad. Aguadulce, devorándose a sí misma.

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