«Tengo ganas de ir a luchar pero a ver cómo vive mi familia si me pasa algo»

Alex Khalimonov es uno de los ucranianos residentes en Almería, que junto a su mujer, también ucraniana, vive con gran preocupación lo que ocurre en su país

JULIO VALDIVIA

ALMERÍA

Miércoles, 9 de marzo 2022

Las imágenes que llegan desde Ucrania estos días no dejan indiferentes a los almerienses, que se están movilizando en masa para ayudar a la población de aquel país invadido por Rusia. Pero los alrededor de 1.500 ucranianos residentes en la provincia son los que están viviendo con mayor intensidad lo que pasa en su país y los que más se están movilizando. Es el caso de Alex Khalimonov, un almeriense de origen ucraniano que lleva 20 años viviendo en la provincia, a la que llegó con 25 años y en la que ha creado una familia.

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Tanto él como su mujer son de origen ucraniano. Son de una zona situada a 250 kilómetros al sur de la capital donde aún no han llegado los ataques, pero en la que guerra se deja notar tanto en los miles de ciudadanos residentes en zonas atacadas como Járkov, que se han trasladado hasta allí huyendo de las bombas, como por el hecho de que toda la actividad se ha centrado ya en prepararse para la guerra.

«Mi familia me dice que no voy a reconocer mi ciudad», explicaba esta semana a IDEAL. Su lugar de origen se ha llenado estos días de trincheras, de barricadas y bloques de hormigón para obstaculizar el paso de los carros de combate y la gente prepara en sus casas cócteles molotov con los que defenderse. «Todavía se puede comprar y la gente sale a trabajar, pero para la guerra», comentó.

Y es que Alex asegura que la guerra ha propiciado un sentimiento patriótico muy fuerte entre los ucranianos, que se han volcado en la defensa de su país. De hecho, entre sus familiares, nadie quiere salir de allí, los hombres no pueden hacerlo, pero según afirma tampoco quieren, y las mujeres no quieren abandonar a los hombres. «Habrá casos que sí, pero la mayoría quieren quedarse y luchar, cada vez va a ser más difícil salir, pero no se quieren ir».

Mientras tanto, desde la distancia de Almería, los ucranianos sufren la preocupación y la indignación por lo que ocurre en su país. «No puedo concentrarme en el trabajo», admite Alex Khalimonov, que confiesa que se está planteando marcharse a luchar junto a sus familiares y compatriotas. «Me estoy parando a mí mismo, hay que pagar la hipoteca y a ver cómo vive luego mi familia si me pasa algo, eso es lo que me para, pero tengo muchas ganas de ir», admite.

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Junto a otros compatriotas residentes en la provincia, Khalimonov inició una recogida de dinero nada más empezar la guerra con la que compraron medicinas que llevaron a una asociación de ucranianos de Málaga. Con el paso de los días, en la provincia se está articulado una red de recogida de todo tipo de ayuda que emociona a este ucraniano por la solidaridad que están mostrando los almerienses.

Una ayuda que, según comenta, «ya está llegando a Ucrania, incluso hasta las zonas más destruidas», según escucha en los medios de su país, estos días fuente de información constante sobre lo que ocurre allí junto a lo que le transmiten sus familiares.

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De su familia, Khalimonov comenta que quiere que vengan a Almería el hijo de un anterior matrimonio de su mujer, ya casado y con hijos, al que la invasión le pilló fuera del país y cuya esposa embarazada ha cruzado estos días la frontera por Polonia. «Estamos gestionando todo para que vengan para acá», aseguró.

Como otros ucranianos consultados, Alex califica de «complicada» la relación con los rusos residentes en Almería. Según explicó, hay rusos que incluso acompañaron a los ucranianos en la manifestación celebrada hace unos días en Almería, pero otros apoyan la invasión. «Conozco una chica casada con un almeriense que lo entendió y nos acompañó y lo sufre mucho, pero la mitad vive engañada y la otra mitad tiene miedo», comentaba en este sentido, mientras dijo no entender «a los que están aquí que siguen pensando que su presidente asesino tiene razón; han entrado en Ucrania sin excusa, y no hay por dónde cogerlo, las zonas más golpeadas son las que siempre han sido más prorrusas».

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