Adrián Fofiu
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Adrián Fofiu
Javier Cortés
Roquetas de Mar
Sábado, 16 de noviembre 2024
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Adrián Fofiu (Beius, Bihor, Rumanía, 1982) es el párroco de la Iglesia Ortodoxa Rumana de Roquetas de Mar. Este domingo celebra su última misa en la parroquia, acompañado de su sucesor, el padre Sorín. Adrián ha estado once años y ha dejado una huella imborrable en la comunidad rumana, los fieles y en el Ayuntamiento de Roquetas de Mar.
–¿Qué experiencia le deja el haber sido párroco de esta iglesia?
–En once años han pasado muchas cosas en la vida de la iglesia y en la vida de los creyentes, en la que hemos llorado, reído y nos hemos alegrado juntos, además de haber trabajado juntos durante este tiempo. Con el equipo de la Junta de la Iglesia y con todos los creyentes, recibimos la parroquia en 2013 y nos hemos encargado de tener todos los pagos al corriente e invertirlo en pintura, en filas de madera, en el iconostasio y en todo lo que se ve en la Iglesia y fuera. Este año también hemos consagrado el edificio que hay detrás de la Iglesia, la escuela parroquial. En este tiempo, hemos forjado una relación de familia, y ahora nos viene muy difícil separarnos físicamente, porque de corazón no nos separamos. Les he dicho a los fieles que están todos en mi corazón y me dijeron «padre, tú también eres nuestro corazón». Me voy de aquí físicamente, pero mi alma se queda aquí.
–¿Cómo va a ser su última misa?
–Para mí todas son especiales, pero la última que hicimos el pasado 10 de noviembre fue una misa de lágrimas y es normal porque es una relación de familia aquí en la iglesia. Espero no hacer una misa de lágrimas cuando venga mi sucesor para no darle este sentimiento. Me voy a Rumanía porque pedí una solicitud. No es un cambio del obispo, es por varios motivos familiares importantes, ya que desde hace dos o tres años hacemos un viaje a Rumanía cada mes.
–¿Qué consejo le deja a su sucesor en la parroquia roquetera?
–El padre Sorín tiene experiencia en esta parroquia. También en Torrevieja, pero el consejo que le puedo dar a él y a todos los sacerdotes es el de amar a la gente, porque si la gente siente que tu amor es fraternal o paternal, espiritualmente hablando, se siente que es natural, y cuando una persona siente que tienes amor de Cristo en tu corazón para él lo es todo.
–¿Qué balance hace de su etapa?
–Este es el primer templo ortodoxo rumano de España, construido en nueva obra y consagrado en 2018. Hemos hecho un trabajo para Dios con mucho esfuerzo. Por su parte, la mayoría de los rumanos están trabajando muy duro y cada donativo es un sacrificio. Porque no puedes ayudar a otra persona o a una iglesia, si no renuncias a algo para ti o tu familia. En referencia a la iglesia, se ha pagado con la ayuda de la gente. Aunque también hemos tenido colaboración del Ayuntamiento de Roquetas y del Gobierno de Rumanía, pero el grosor es de la gente. En 2018, cuando se consagró la parroquia, estuvo el obispo Timoteo de Madrid, el obispo ortodoxo rumano de España y Portugal. Ahora tenemos un deber que es continuar para construir la iglesia de nuestro corazón, la iglesia interior. Además, tenemos una misión para preparar la generación siguiente para darle la iglesia.
–¿Qué implicación ha tenido el Ayuntamiento con la iglesia?
–Desde el principio, el Ayuntamiento de Roquetas ha tenido una colaboración muy cercana, ya que dio la concesión del terreno para construir la iglesia. Además, en los años 2017 y 2018 colaboraron económicamente para sacar adelante el trabajo, y la relación que tenemos los rumanos, la parroquia y yo especialmente con el alcalde, Gabriel Amat, y con el equipo de Gobierno es una relación de respeto y de colaboración.
–¿Cómo ha sido su trabajo?
–He realizado las misas cada domingo en cada día de fiesta religiosa, cada miércoles y viernes he estado en la iglesia para necesidades espirituales y no solo espirituales de los fieles. A veces hemos tenido gente que me ha dicho, «padre, no tengo trabajo», «tengo un problema, ha fallecido mi mujer, no tengo dinero para trasladarla a Rumanía, por favor, ayúdame». Para muchos la iglesia no solo es iglesia o parroquia, era el consulado o la embajada.
–También se ha encargado de la Escuela Parroquial. ¿Qué actividades han hecho allí?
–Es un lugar donde estudiamos la Biblia, el catequismo, y a veces hacemos encuentros para que se conozcan los fieles. También cuando hacemos una misa para los difuntos, ofrecemos una comida allí. En once años hemos tenido casos complejos. Me acuerdo que una madre falleció, se quedaron su hijo de cuatro años y su niña de 9 años, huérfanos. La iglesia realizó una colecta para ayudar a la familia para trasladar el cuerpo a Rumanía. Desde que estoy aquí, cada persona que ha pedido la colaboración de la iglesia para cualquier caso hemos intentado ayudar a cada uno según las posibilidades.
–¿Puede contarnos alguna anécdota de su trayectoría aquí?
–Tenemos a un estadounidense que vive en España y que viene a la iglesia. Recientemente, hemos tenido una misa entre una rumana y un italiano, que se han casado aquí. Él es católico, ella es ortodoxa, y viven en Turre. Ellos suelen venir a la iglesia y, sabiendo que me iba a Rumanía me dijo Dinu. «Nos casamos solo si me casa Padre Adrián. Si no, yo no me caso». Realizamos hace unos días la misa. Recibo muchos teléfonos de la gente que son muy practicantes y también de los que no lo son.
–¿Cómo fue el choque cultural que tuvo al llegar a España?
–España, como Rumanía, Italia y Francia, son países con idiomas de origen latino. Pero es verdad que me impactó, por ejemplo, a mi llegada, en 2013, no vi en la calle a españoles con prisa, solo los rumanos. Los españoles iban tranquilos y creo que este tipo de vida ayuda, porque, según los estudios, la población española tiene la más larga esperanza de vida en Europa. Claro que es importante el clima, la comida, el aceite de oliva y el pescado, pero también creo que es muy importante la mente positiva. Me acuerdo que he ido a una institución pública a las dos de la tarde y las puertas estaban cerradas. Para mí era un choque, porque en Rumanía, a las cuatro, a las cinco de la tarde, la institución está abierta. En 2013 pensé «qué tontería es esta siesta», pero después de tres años, «madre mía, qué maravilla». Es normal disfrutar de todo, de trabajo y del descanso.
Disfrutar, es una palabra que hay que enseñar más a los rumanos, Son palabras que los rumanos, especialmente aquí, que trabajan muy duro, no han conseguido, porque ellos están trabajando antes de salir el sol y se va en la casa cuando sale la luna. Un trabajo muy duro, la mayoría están trabajando muy duro y olvida vivir y disfrutar la gente. Considero que cada uno de los rumanos de aquí merecen una estatua, porque sin ellos no era posible tener este maravilloso templo, el primer templo autóctono rumano construido en España.
–¿Hay alguna tradición de la provincia de Almería que te gustaría llevar a Rumanía?
–Sí. La tradición de la Matanza del pueblo de Velefique me parece de maravilla, porque la gente se reúne, se compra un plato personalizado y la gente se va contenta con buena comida y con un recuerdo original. Me parece una idea maravillosa y esta tradición quiero implementarla en Rumanía, en la parroquia donde me voy. Me voy a un pueblo y voy a hablar con el ayuntamiento de este pueblo para implementarla.
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