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Cualquiera diría que llevamos 6 años escribiendo en esta sección, y casi no hemos hablado nada del Faro de Roquetas, ese edificio modesto, pero con sabor a antiguo y que ha venido acompañando a los roqueteros generación tras generación. De hecho, es a día de hoy una de las estampas más conocidas del municipio y es un símbolo que se ha empleado para representarlo en distintas ocasiones.
Roquetas, desde su fundación en el siglo XVIII, venía siendo un pueblo con clara vocación pesquera y marítima. Sin embargo, por aquellos entonces no estaba permitido que cualquier barco se acercase a las costas de cualquier población, desembarcase y embarcase personas y comerciase con productos, pues esto suponía burlar la tributación correspondiente y escapar del control de las autoridades sobre quién entraba y salía del país. Lo único permitido era que los lugareños de cada población, en este caso los roqueteros, pescasen y comerciasen con el pescado ya en tierra, aunque era frecuentemente saltarse la legalidad y entablar negocios en alta mar con los barcos que entraban o salían de Almería.
El concejo de Roquetas, consciente de la importancia de estar reconocido legalmente como puerto, solicitó en 1858 ese permiso, pero fue ignorado. Su suerte cambiaría en octubre de 1862, cuando la reina Isabel II visitó Almería por barco, debido a la mala calidad de las comunicaciones terrestres de la ciudad con el resto de España; de hecho, era la segunda vez que un monarca visitaba Almería en su historia, después de los Reyes Católicos al conquistarla en 1489. Fue ese momento el que aprovechó Miguel Ruiz de Villanueva, un hombre ilustre procedente de Berja y afincado en Roquetas, para insistir en esa petición aprovechando la estancia de la reina, siendo finalmente concedido el título de puerto, según cuenta Gabriel Cara en 'Roquetas de Mar. 400 años de historia'.
Pero todo puerto necesita un faro, para guiar a los barcos y evitar que tuviesen accidentes, especialmente con la lajilla, esas roquetas originales frente al castillo que dan nombre al pueblo.
Gracias a la obra 'Faros de Almería. Mucho más que señales marítimas', de Mario Sanz Cruz, sabemos que se tardaría apenas un año en construir el faro desde la visita de Isabel II por parte parte del Ministerio de Obras Públicas, cuyo emblema es todavía hoy visible. Así, el 31 de diciembre de 1863 se inauguraría el faro y, lo que es más importante, su luz, que alcanzaba unas 9 millas.
Su ubicación se escogería sabiamente teniendo en cuenta el lugar más alto de la zona, sobre el que se levantaría la propia torre del faro 9,5 metros que, sumados a la propia elevación natural, hacían que la linterna estuviese a 17,5 metros sobre el nivel del mar.
Junto a la propia torre se le añadió también una serie de estancias que protegían el faro y sobre todo servían de hogar para el farero. El papel de los fareros, entre los que sobresalen la familia Gandolfo, era crucial para mantener siempre encendida la linterna y, en caso de emergencia, acudir al auxilio de los naufragios que ocurriesen en el litoral roquetero, que no fueron pocos.
Entonces el puerto de Roquetas no era tal y como lo entendemos hoy, sino que durante muchas décadas era simplemente una ensenada natural en la que se refugiaban los barcos. Aunque próximamente trataremos la construcción del puerto tal y como la entendemos hoy, podemos adelantar que durante la Segunda República (1931-1939) se construyó el muelle de poniente (y una década más tarde, el dique de levante), con lo cual el faro quedaba desubicado y perdía visibilidad, pues podría darse el caso de que un barco chocase con el propio muelle del puerto.
Por este motivo, en 1945 se instalaba una baliza roja en el extremo del muelle, que todavía sigue hoy en funcionamiento, y paralelamente se apaga el faro original para siempre.
Tras varias décadas de abandono, sería finalmente restaurado por la Empresa Pública de Puertos de Andalucía, dependiente de la Junta de Andalucía, y cedido posteriormente al Ayuntamiento de Roquetas, que lo ha venido usando desde entonces como sala de exposiciones, convirtiéndose en un nuevo faro y foco cultural, esta vez para siempre.
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