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Refugiados procedentesde Málaga caminando hacia Almería. Hazen Size, CAF
La Desbandá divisa El Cañarete

La Desbandá divisa El Cañarete

Cumpliéndose 84 años de una de las mayores masacres de la Guerra Civil, recordamos el paso de la Desbandá por Vícar, Aguadulce yRoquetas en febrero de 1937, último tramo en su camino hacia Almería

Juanmi galdeano

Lunes, 8 de marzo 2021, 18:12

Malagueñas, vais a saber quiénes son los verdaderos hombres». Con estas palabras a través de la radio, Queipo de Llano, uno de los líderes de la sublevación militar de 1936, extendía el terror entre la población malagueña, que había permanecido fiel a la República. No es de extrañar, por tanto, que cuando el 7 de febrero vieron asomar sobre las montañas que rodean la ciudad las tropas sublevadas, un mínimo de 150.000personas decidiesen huir de la ciudad hacia Almería. En cuestión de horas y con el apoyo de tropas de la Italia de Mussolini, caía 'Málaga la Roja', prácticamente vacía.

«A los tres cuartos de hora, una parte de nuestra aviación me comunicaba que grandes masas huían a todo correr hacia Motril. Para acompañarles en su huida y hacerles correr más aprisa, enviamos a nuestra aviación que bombardeó», diría Queipo de Llano sin pudor después. Empezaba así un éxodo sin precedentes y también uno de los mayores exterminios de civiles ocurridos en España en los últimos tiempos, tal y como recogen Eusebio Rodríguez y Juan Francisco Colomina en su obra 'La Desbandá de Málaga en la provincia de Almería' (2017).

Durante casi una semana, principalmente mujeres, niños y ancianos recorrerían la Carretera de Málaga a Almería, después conocida como N-340. Era una carretera pegada a la costa y en completa indefensión: a un lado el mar y al otro la montaña, no había escapatoria. Sufrieron los bombardeos sin piedad de la aviación nazi y de la flota franquista, principalmente los buques Baleares, Almirante Cervera y Canarias, en localidades como Nerja, La Herradura, Motril o Adra. Se cifran los fallecidos entre 10.000 y 20.000, aunque el número exacto es difícil de calcular. Cansados, heridos, indefensos, traumatizados por la guerra y habiendo caminado varios días a pie con poco o nada que comer. Así se encontraba la oleada de refugiados tras superar Adra, momento a partir del cual no sufriría más ataques gracias a la intervención de las Brigadas Internacionales, que estabilizaron el frente en Motril. Sin embargo, les quedaba todavía un largo camino a través del Campo de Dalías hasta divisar El Cañarete, último tramo hasta llegar Almería. A través del Cañarete también vendría la ayuda médica procedente de Almería, como la del canadiense Norman Bethune y Hasen Size, que socorrieron a los heridos.

Al actual término municipal de Vícar llegaron el 11 de febrero. Sabemos que arrancaron algunas puertas y ventanas de cortijos de la zona de Venta Gutiérrez para calentarse, pues no olvidemos que era pleno invierno. Igualmente, fueron bien tratados por el alcalde vicario, Andrés Vizcaíno, que ayudó a los que se establecieron en el pueblo.

Por su parte, algunos otros se desplazaron hacia Roquetas, como Cristóbal Jiménez 'el Tobalico', siendo socorridos por la guarnición que se encontraba en el fortín republicano del Hoyo Gómez, del que hablamos hace un tiempo en esta sección. Algunos incluso se quedaron definitivamente aquí, comenzando a trabajar pronto en las faenas pesqueras.

Pero, en cualquier caso, la mayoría prosiguió su camino hacia Almería a través de El Cañarete; en ese contexto, podemos hacer un pequeño ejercicio de interpretación histórica en base a la fotografía del soldado afeitándose que acompaña este texto; para afrontarlo conviene conocer el contexto y a la vez saber descifrar lo que vemos en ella. Del contexto sabemos que la pionera periodista Gerda Taro fotografió en Almería fundamentalmente dos aspectos en febrero de 1937: el acorazado Jaime I, uno de los buques insignia de la flota republicana que por aquel entonces fondeaba en la ciudad, y la Desbandá de Málaga. Así lo podemos comprobar en el archivo digital del Centro Internacional de Fotografía (ICP por sus siglas en inglés), con sede en Nueva York. Pero la clave nos la da el análisis de la propia imagen, pues la ausencia de armamento y sobre todo la cruz en su codo nos señala que era sanitario, seguramente de la Cruz Roja o del Socorro Rojo Internacional, que podría haber acudido en ayuda de los refugiados malagueños.

La historia, como siempre, la dejamos abierta, reconociendo nuestros límites y esperando seguir avanzando con la investigación. Sin duda se trata de un episodio olvidado por muchos y que debería ser recordado por las graves consecuencias humanitaria que supuso. Sirvan estas líneas como recuerdo y memoria de toda la población civil que fue masacrada sin escrúpulos mientras huía de la barbarie de sus verdugos, y como homenaje a todos los sanitarios que ayer y hoy dan su vida por el bienestar de los demás.

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