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Los Quintana Martín (faltan cuatro, en total son trece) posan para una foto de familia. IDEAL
Coronavirus en Almería | Los Quintana Martín: Confinados con nuestros ocho hijos

Confinados con nuestros ocho hijos

La familia más grande de Roquetas ·

El confinamiento obliga a los Quintana Martín a hacer malabares para llenar el frigo o para ver la televisión. Así vive el encierro una familia 'supernumerosa'

Nerea Escámez

Roquetas de Mar

Domingo, 19 de abril 2020, 23:15

En la casa de los Quintana Martín la palabra que les permite sobrellevar el confinamiento es la de «organización». El matrimonio formado por Roberto Quintana y María Jesús Martín con sus once hijos -Chema (26), Arantza (24), María (23), Javier (23), Roberto (19), Carmen (16), Juan (14), Paula (12), Ana (11), Íñigo (9) y Santi (6)-, es, ahí es nada, la familia más numerosa de la localidad de Roquetas de Mar. Y pese a que ahora son ocho de los hijos los que conviven en casa, puesto que tres de ellos (Chema, María y Roberto) se encuentran en diferentes ciudades por motivos de trabajo o estudio, continúan siendo una auténtica multitud en unos días en los que a muchas familias se les hace cuesta arriba la convivencia.

El día a día, comienza mucho antes para Roberto y María Jesús, los primeros en levantarse. «A las siete de la mañana, para tener una hora de tranquilidad antes de que lo hagan nuestros hijos. A las ocho se despiertan para recibir las clases a partir de las nueve», explica Roberto Quintana.

En este escuetísimo espacio de tiempo María Jesús hace hincapié en la vital importancia de «la organización, el orden y una rutina a seguir». «Era algo que ya hacíamos siempre pero ahora, más aún, porque es importante un mínimo de normas para que no exploten las cosas», subraya. Su situación se ha visto cambiada ya que, en su trabajo es imposible teletrabajar, y en la empresa para la que está empleada, la Alhóndiga La Unión, han modificado los horarios con motivo de la conciliación. Ahora, afortunadamente, aprovecha las mañanas «para hacer las tareas de casa o la compra».

Ese tema ha sido, justamente, la mayor odisea para la madre. «Habitualmente compraba por internet, pero ahora no se me da esa posibilidad y es a las nueve menos cuarto cuando me voy a la puerta del supermercado para llenar el carro de comida». Pero, ¿cómo es la factura en una casa de diez personas? Para María Jesús, «el 90% de la economía familiar, ya que consiste en mucha compra». «Por mucho que quiera salir una vez a la semana, es imposible ya que estamos todo el día confinados… Así que intento espaciar las compras para no exponerme en la calle y mi marido se encarga de comprar el carro mensual de leche o frutas en gran cantidad», relata la progenitora.

«Temo que un día venga la policía y se crea que somos tantos en casa porque estamos montando una fiesta»

La lista de ingredientes de la familia Quintana Martín se hace en base a comidas prediseñadas que intentan que sean «caseras y muy sanas». «Aprovechando que soy yo la que estoy siendo consciente de la alimentación, me encargo de hacer la comida y de diseñar el menú», expresa María Jesús. Roberto, su esposo, cuenta de forma anecdótica que sin este menú prediseñado habría un caos. «El más pequeño de la casa, Santi, se mete en la cocina en ocasiones y puede hacer estragos, como comerse tres yogures seguidos o probar tres manzanas. Así que al final se tiene que llevar una regañina», comenta con gracejo.

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Equipo familiar

En medio de la monotonía del confinamiento, el tiempo es oro y esta familia de Roquetas de Mar lo sabe muy bien. María Jesús Martín explica que en su hogar «hay muchas cosas que hacer». «Siempre vamos deprisa y corriendo aunque por la situación que estamos, podemos disfrutar de estar en casa juntos». El coronavirus, sin duda, ha provocado aquí algunas cosas buenas. Además de que tienen más tiempo para compartir, han observado el comportamiento admirable de Santi, que con 6 años y «un carácter inquieto» ha logrado durante el confinamiento «unirse con su hermano Íñigo, de 9 años, con el que se llevaba muy bien, pero ahora, más aún». «Echa de menos a sus amigos de clase, pero se adapta y juega mucho con su hermano», comenta agradecida y sorprendida María Jesús.

«El más pequeño de la casa puede hacer estragos en la cocina si no le ves, como comerse tres yogures seguidos»

Los miembros de la casa se están «amoldando a las circunstancias» y en medio de su rutina, la madre les encarga en sus quehaceres como son «recoger la habitación, el lavavajillas, la secadora, planchar, barrer y fregar las zonas comunes. Aunque luego ella tenga que hacer el repaso.

Los hijos colaboran y se implican con la limpieza general. Pero, reconocen, «la convivencia, a veces es complicada». Cada hijo tiene una edad bien distinta. Y eso obliga a los padres a dotarse de una grandísima «dosis de la paciencia». «Los primeros días lo pillaron con gana, pero al pasar los días se va haciendo cada vez más dura y eso se nota en su comportamiento».

Aun así, son una piña familiar entre los vástagos. Íñigo (9), Ana (11), Paula (12), Juan (14) y Carmen (16) por las mañanas hacen el trabajo del colegio. Santi, el más pequeño, recibe la ayuda dos de los hermanos mayores que están ahora en casa: Arantza que es enfermera y está preparando el EIR (Enfermero Interno Residente) y Javi (23), que está preparándose para entrar en la Academia General Militar.

«La compra es una odisea, porque solemos hacerla por internet pero ahora no podemos: tenemos que ir al súper antes de que abra»

Ante la ausencia de María Jesús en sus momentos de trabajo, su esposo, Roberto Quintana, agarra la batuta de la orquesta y, como docente, lidia con los pequeños mientras imparte sus clases telemáticas. «Llevo el horario habitual del centro con las herramientas y plataformas que ya utilizamos en condiciones normales», asegura. Pero con el problema del encierro «la casa se convierte en el colegio 24 horas y desconectar cuesta más pues el corregir y preparar las clases del día siguiente lo haces en el mismo sitio que las has dado». «Si el tiempo acompaña, que es lo normal en Almería, cojo el iPad y me voy a corregir al jardín», reconoce Roberto.

Tiempo de desconexión

Durante el curso, en la familia no pueden disfrutar de los pequeños detalles como es «comer todos juntos», confiesa Quintana. No obstante, subraya que esta nueva forma de trabajar le ha absorbido «más tiempo del que esperaba en un principio». Eso sí, intenta arañar horas para divertirse con sus pequeños. «A partir de las cinco hacemos un alto para salir al jardín y echar unas canastas. Tenemos un patio de 25 metros cuadrados que para los niños pequeños nos salva bastante. También vemos un rato la televisión en inglés o rezamos un Misterio del Rosario juntos por la noche para pedir por los enfermos y para que salgamos pronto de la pandemia».

Estar con sus retoños es el mejor momento de desconexión al acabar las clases cada día desde que comenzó la cuarentena. En el hogar de Roberto no faltan los juegos y las risas, y al ser tantos piensa que «la autoridad va a venir algún día a inspeccionar si estamos montando alguna fiesta». «La verdad es que alguna de las chicas tiene una voz que se le oye por todo el barrio aunque la susodicha lo niega», bromea deseoso de que la aludida se dé cuenta. Con la llegada del fin de semana, la jornada se hace más relajada. «Los mayores vemos alguna película o en mi caso leo alguna novela; desde que empezó el confinamiento ha caído una de temática biográfica y ahora me estoy leyendo un libro escrito por la hija de un buen amigo: 'El último suspiro', de Cristina Coca».

María Jesús hace posible que «dentro de la rutina haya una diferencia o un extra». Ya que a consecuencia de la Covid-19 todos los lugares de ocio y restauración permanecen cerrados, los Quintana Martín han reducido ese gasto y para desconectar de cara al sábado y domingo «preparan la mesa, comen en el jardín y simulan que están de tapas o tomando un aperitivo». Son detalles que marcan la diferencia en el 'totum revolutum' que supone una familia de diez (en todos los sentidos).

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