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Adriana Van Dijk ha dejado su autocaravana y reside en un bungalow. R. I.
Confinados en el camping de Roquetas

Confinados en el camping de Roquetas

En el Camping de Roquetas hay alrededor de 25 personas que viven en los bungalows, algunos de los cuáles han tenido que dejar de momento sus autocaravanas

JULIO VALDIVIA

ROQUETAS DE MAR

Jueves, 30 de abril 2020, 09:30

Unos porque ya vivían permanentemente en una autocaravana y otros porque pasan los inviernos en la zona, las medidas de confinamiento impuestas por la Covid-19 han afectado a numerosos campistas, en su mayoría extranjeros. Como cualquier otro ciudadano en su vivienda, los usuarios de autocaravanas no pueden abandonar su pequeño espacio nada más que para ir a comprar, y han tenido que adaptarse a la actual situación.

En el caso de Roquetas de Mar buena parte de estas autocaravanas, habituales en las calles y espacios libres del municipio durante los meses de invierno, volvieron a sus lugares de origen cuando la situación empezó a complicarse. Otros todavía viven en sus caravanas de forma independiente y un buen número permanecen en el Camping de Roquetas de Mar, que ante las restricciones, ha trasladado a todos sus clientes a los bungalows de los que dispone el complejo para cumplir las normas del Gobierno y que puedan tener la suficiente autonomía.

Según comentaba a IDEAL Juan Palacios, responsable de este complejo turístico, el camping se desalojó cuando llegaron las restricciones y se adoptó como solución el traslado de los clientes que quedaban a los bungalows libres. Algunos ya se volvieron a su país, pero aún quedan alrededor de 25 residiendo en estas pequeñas casas, que pese a sus reducidas dimensiones disponen de cocina, baño, dormitorio y una pequeña terraza.

«Es lo único que se permite», explica Palacios, que asegura que se tuvieron que buscar soluciones para los que no podían o no querían marcharse dándoles una opción de alojamiento independiente que no dependiera de los servicios habituales de estos complejos, tal y como ha ocurrido con algún hotel del municipio que también trasladó los pocos clientes que les quedaban a apartamentos situados dentro de la instalación.

Un cambio que costó al principio a este tipo de clientes, acostumbrados a sus autocaravanas. Como admite Adriana Van Dijk, una holandesa que lleva viviendo en España desde hace más de 40 años, más de la mitad de los cuales en el municipio de Roquetas de Mar, y que tuvo que adaptarse a la nueva situación y renunciar a su autocaravana de más seis metros y medio de largo con un espacio exterior de 18 metros cuadrados. «La primera semana venía la Guardia Civil constantemente y la gente no podía estar en la terraza, lo cual es una tontería, porque hay tres metros entre un bungalow y otro y tienes más peligro en el supermercado que aquí», comenta.

Van Dijk vive de forma permanente en el Camping de Roquetas, pero algunos de sus vecinos, entre los que hay alemanes, ingleses, franceses, austriacos o belgas, solo pasan en el municipio los meses de invierno. Algunos de hecho, ya tenían que haber vuelto a sus países de origen, ya que lo suelen hacer entrado marzo o abril, pero «están esperando a que abran las fronteras y se pueda viajar».

Pese a todo, Adriana Van Dijk que es de los que tiene en el camping su vivienda habitual y ahí quiere seguir viviendo, asegura que está contenta con la adaptación en estas semanas de confinamiento y destaca la colaboración que se ha establecido entre los vecinos de los bungalows, que incluso hacen la compra para algunos más mayores que tienen problemas para desplazarse en la autocaravana para ir al supermercado.

El confinamiento pilló al Camping de Roquetas al final de su temporada más fuerte

El Camping de Roquetas está sufriendo, como el resto de establecimientos turísticos las medidas restrictivas del estado de alarma y la incertidumbre de cara a la temporada de verano. Eso sí, en su caso es la temporada de invierno la más fuerte y cuando llegaron las medidas de confinamiento ya estaba terminando. Así lo comentaba a IDEAL Juan Palacios, quien destaca que «afortunadamente nos pilló ya casi en la última parte de la temporada de invierno y dentro del desastre, hemos podido salvar algo los muebles». De los 11 empleados habituales de la instalación (a los que se suma alguno más en verano para la animación y otros servicios) de momento solo se ha hecho un ERTE a dos de ellos ya que aunque «hemos intentado aguantar al 100% el personal, pero hay servicios que no tienen sentido ahora».

Pese a todo, se está aprovechando el parón para hacer pequeñas reformas y mejoras de mantenimiento, mientras se aclara el futuro de cara al verano, una temporada menos importante que la de invierno, pero en la que suele llegar mucho cliente nacional de corta estancia. Juan Palacios cifra en torno al 65% el negocio que hacen en invierno, frente a alrededor de un 35% que se hace en verano. Alemanes, franceses y holandeses son los principales clientes del complejo, la mayoría de largas estancias en los meses de invierno, que suelen regresar a su país antes de Semana Santa, cuando llega el buen tiempo y empiezan a subir las temperaturas.

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