Francisco Hurtado
El abderitano cuenta el cambio que hubo con respecto a la agricultura en la Transición, además de analizar las protestas del campo y sindicalismo
Javier Cortés
Roquetas de Mar
Domingo, 17 de marzo 2024
Francisco Hurtado Jiménez (1948, Adra) es un trabajador nato desde pequeño. Francisco llegó en 1955 a Roquetas de Mar y durante todos esos años se ha ido encargando de diferentes labores como ayudante de ganadero, en la construcción, y una gran parte de su vida en la agricultura y en labores sindicales. Recientemente le mencionaron en una tesis doctoral de la Universidad de Almería, con una nota de las más altas relativas al sindicalismo. Además, narra algunas historias de aquella época.
–Salió mencionado en una tesis doctoral que tuvo una muy buena valoración, ¿se lo esperaba?
–Me sorprendió. Esta tesis doctoral, que la encontró mi hija en internet y que realizó un profesor de la Universidad de Almería, tuvo el máximo reconocimiento en España, la máxima valoración y reconocimiento internacional. De hecho, a este hombre no lo conocía. Mi hija le mandó un correo de mi parte, mandándole las gracias, y que pronto le conocería en persona. Lo importante es la mención a la situación del sindicalismo en aquella época, que fue la transición, en la que se fue desarrollando. Por aquel entonces, nos lanzamos a hacer mejoras que podíamos sin saber lo que estaba pasando. Le pongo un ejemplo. A principios de los 80, no sabía ni de política ni de nada. No sabía más que ir a trabajar. Me acuerdo y eso no me lo he olvidado nunca. Cuando hubo que hacer la elección a la Cámara Agraria, unos cuantas personas y yo intentamos presentarnos, pero claro, ni teníamos sindicato, ni había partido, ni había nada, ni había organización.
–¿Qué pasó?
–Me acuerdo que busqué a unos amigos, hicimos la lista y para presentarla al no haber sindicato, se presentó con mi nombre, y tan contento. Llegué a mi casa y me encontré a mis padres y a mi madre llorando. Bueno. Paco, ¿qué has hecho? No he hecho nada. ¿Qué voy a hacer? Tú no sabes los que hay muertos por no hacer nada. Te han utilizado. En aquel momento no lo entendía. Hoy ya entiendo el peligro que había. Mi padre había estado en la guerra con el gobierno elegido democráticamente y luego estuvo en la mili, con Franco, y sabía más que yo. Y cuando presenté la lista, me encontré a mi padre llorando. Tiempo después descubrí que en Roquetas de Mar, cuando fue el 23F, hubo una lista y yo estaba en dicha lista, el primero de los que había que dar 'el paseillo'.
–¿Qué pensó cuando se enteró?
–Me enteré porque me lo dijo una persona. ¿Qué vas a hacer? En aquellos tiempos tenías que callar y tirar para adelante. Había hecho la lista y ya. Si el golpe de Estado hubiera triunfado, ahí me llevan por delante.
–¿Tuvo miedo al enterarse?
–No tuve miedo al enterarme. Ese día me fui a la finca y no volví hasta la noche. Sabía que venían a por mí. Pero no podía hacer nada. Es que no puedo hacer nada. El golpe de Estado se rompió en aquella noche. Pero esa tarde ya había movimientos donde hicieron las listas.
–¿De que se ocupó durante la Transición?
–Estuve un tiempo en el comité de gestión de tomates frescos de invierno donde se exportaba y se repartía el grupo de tomates con unos criterios arbitrarios, en función de lo que había exportado el año anterior. En aquel momento, el comité de gestión residía en Madrid y era donde acordaban los cosecheros, exportadores y agricultores lo que había que exportar. En una ocasión no fue nadie de Almería y se acordó prohibir exportar la berenjena redonda y se demandó el utilizar la berenjena larga y el comité de gestión aceptó.
Pero claro, aquella medida le venía muy bien a Murcia y la zona valenciana porque tenían la berenjena larga, ya que Almería tenía la berenjena redonda. Tras muchas peleas, conseguí que se exportaran las primeras categorías. La gente de aquí no sabía el poder que había con solo ir a la consultiva del tomate y yo hice una gran labor para defender Almería porque sin tener mucha preparación, pero para pedir más para Almería no se necesita mucho, nada más que la voluntad de ir.
–¿Cómo se enteraban de las novedades los agricultores a principios de los 80?
–El agricultor, por aquel entonces, estaba en el invernadero y vendía en las alhóndigas y no sabía cómo repartir cupo, la exportación y eso era muy importante para el medio saberlo. Me acuerdo que estuve toda la semana yendo e informándome los medios que teníamos entonces era IDEAL, La Voz de Almería e incluso La Crónica.
–Ha mencionado varias etapas importantes en la Historia reciente de España. Siguiendo con la agricultura, en tiempos de la II República, se quiso implantar una reforma agraria ambiciosa. ¿Cree que a día de hoy es necesaria?
–La reforma la veo difícil porque creo que nadie quiere la tierra. Antes, lo único que había era la tierra, lo que había que repartir. Habría que reformar la forma de cómo se venden las hortalizas en el país y fuera, por ejemplo, el agricultor que cultiva, más de 25 céntimos no se lo paga, Mercadona lo está vendiendo aproximadamente a 2 euros. La reforma habría que empezarla porque los márgenes comerciales se adapten más a la realidad y creo que más que una reforma agraria lo que el campo debería estar es al menos el 90 por ciento en cooperativas.
–¿Qué opinión tiene con respecto a las protestas del campo?
–El campo está muy asfixiado. Trabajan, producen, pero no venden. O venden muy por debajo del costo de producción. Cómo no hay suficiente información, porque hay cosas que no se comprenden, el agricultor cuando no puede vender es cuando se da cuenta. Entiendo que el agricultor debe estar informado antes de plantar. ¿Y qué pasa? Que llegamos tarde a reclamar. El agricultor tiene que hacer, junto con las cooperativas, una especie de presión para que las leyes que se hagan en Europa, sean las que digan los agricultores. Hoy, todo se rige en Europa.
–Para que la agricultura fuera más eficaz, ¿qué sería necesario?
–Haría falta que las cooperativas y los sindicatos fueran más de la mano. Para que el sindicato sea la punta de lanza y la cooperativa sea la que informe y ayude para hacer una huelga. Pero hay un problema y es que a nivel general, las personas no están ni el 1% sindicadas en España, ya que falla la apatía y la desinformación. Tiene que haber una coordinación entre el cooperativismo y el gran comerciante, una especie de lobby. Para negociar las leyes que se hagan en Bruselas. Si no, cada año nos darán más palos e irán los agricultores a la huelga cuando las leyes están hechas.
–¿Qué le enseñó el sindicalismo?
–Me enseñó mucho. He perdido mucho en el sindicalismo, pero he ganado mucho porque he conocido a personas de cada pueblo y de cada provincia y eso te hace ver la realidad de otra manera.
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