JUANMI GALDEANO
ROQUETAS DE MAR
Lunes, 6 de marzo 2023, 16:36
Todo monumento, todo bien patrimonial, debemos entenderlo siempre como fruto de un devenir histórico. Muy rara vez un edificio se construye y permanece invariable hasta la actualidad, sino que por el contrario son muy frecuentes las reformas, las ampliaciones, los abandonos, los derrumbes, las reconstrucciones y los cambios de uso. Todo ello forma parte de la historia de ese monumento, hablándonos además de la sociedad y de la comarca de las cuales formaba parte y de la vinculación que tenía con ellas. Por tanto, lo que hoy entendemos por Castillo de Santa, por supuesto, no es una excepción.
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El germen de este castillo, al cual dedicamos esta vez nuestro artículo mensual, se encuentra en una torre medieval. Distintos investigadores, entre los cuales debemos señalar a Lorenzo Cara Barrionuevo, Jorge Cara Rodríguez, Enrique Silva o el propio Gabriel Cara, coinciden en sus obras en señalar que se trata de una construcción nazarí, en un momento de inestabilidad creciente en el Mar de Alborán.
Concretamente habría sido mandada construir durante el reinado de Yusuf I en la primera mitad del siglo XIV en el contexto de la Batalla del Estrecho, un conjunto de enfrentamientos entre el Emirato Nazarí de Granada y sus aliados benimerines del norte de África, frente a las coronas de Castilla de Aragón, y que tuvieron como resultado la pérdida de importantes plazas para los granadinos y la pérdida de influencia sobre el Mediterráneo occidental. Además, intensificaron su actividad los corsarios cristianos, que también los hubo, procedentes en este caso sobre todo de la zona de Cataluña, Baleares y Valencia.
Pero no debemos quedarnos solamente con el contexto general, sino que debemos ver cómo se manifestó a nivel local esa necesidad de fortificar la frontera marítima nazarí. Así, en nuestro litoral encontramos la Torre Quebrada, cercana al Portezuelo de los Bajos e importante también como enlace con otras fortificaciones interiores; la Torre Bermeja, próxima a las salinas de Punta Entinas; y nuestra protagonista, la Torre de las Roquetas.
Su justificación requiere que echemos un vistazo a su contexto geográfico. Así, por un lado se encuentra frente a una serie de formaciones rocosas, Las Roquetas, que conformaban una defensa natural frente al oleaje de los fuertes temporales, lo cual evitaría que pudiesen afectar a la torre o deteriorar el terreno sobre el que se asentaba. Además, esas rocas supondrían una trampa en la que podría encallar algún incursor poco conocedor de esta costa.
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Por otro lado, se situaba en una meseta sobreelevada, que no es ni más ni menos que el final del alcor que recorre buena parte del Campo de Dalías, que comienza en Almerimar y acaba en esta zona de Roquetas. Ese alcor, antiguamente más visible en la zona de Buenavista, se alzaba frente a la playa y acababa justamente en la zona donde se encuentra el castillo. Esto nos habla también de la importancia del dominio visual, pues esa colina era el punto ideal donde construir una torre que conectase tanto con la Algaida como con la actual Punta Entinas-Sabinar y las otras atalayas que allí había.
No podemos olvidar tampoco un tercer elemento, y es que justo a continuación de la torre se formaba una ensenada que constituía un lugar muy idóneo para el desembarco, en lo que hoy es el puerto pesquero. Estas ensenadas en la práctica se podían convertir en grietas o heridas de esa frontera costera por las que podría acceder el enemigo fácilmente, por lo que no resultaba muy inteligente dejarlas sin vigilancia. También serviría en el sentido inverso, es decir, para proteger y ayudar a los pescadores procedentes de la zona de Felix, Enix y Vícar, que encontrarían en esta ensenada una vía por la que embarcar y desembarcar.
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Una vez explicado el contexto regional que justificó la construcción de estas torres y una vez detallados los motivos por los cuales se construyó dicha torre exactamente allí, nos queda hablar de la propia fortificación. Así, se trataba de una construcción más o menos rectangular, levantada en tapial de argamasa y sillares de piedra, y que alcanzaría unos 6 metros de altura, según Gabriel Cara.
En el contexto actual del Castillo de Santa Ana, esta torre se encuentra embutida en el baluarte que mira al mar, habiéndose no obstante demolido parcialmente en las obras que se llevaron a cabo en 1997. En este sentido, precisamente ese baluarte fue el único que resistió al terremoto de 1804 que echó abajo el resto del castillo, demostrando así su antigüedad y la robustez de la torre nazarí original, permaneciendo inhiesto hasta nuestros días.
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Finalmente, los reyes de la Alhambra acabaron perdiendo Almería a mano de los Reyes Católicos en 1489, quienes tomaron las distintas fortificaciones para el nuevo poder militar cristiano. En consecuencia, esta torre y todas las demás continuaron en funcionamiento, pero invirtiendo los papeles: ya no se trataba de soldados nazaríes defendiendo su territorio frente a piratas cristianos, sino de soldados castellanos frente a piratas berberiscos. Pero esa historia, como de costumbre, la dejamos para el mes que viene.
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